Tomado de: http://firgoa.usc.es/drupal/node/50389 |
Lo veía venir desde que
Colciencias empezó con su interés de parametrizar la investigación; incluso planteé
algunos reparos epistemológicos en mi tesis de doctorado (pp. 30-40). Por eso en
ocasiones pasadas, cuando salían los resultados que beneficiaban a nuestro
grupo de investigación Educación y cultura política, además de congratularme y
agradecer a Martha Cecilia Herrera y a Lina Ramírez por el titánico esfuerzo de
mantener esa plataforma endiablada, también hacía mis comentarios de prevención
frente al asunto.
Por la vinculación que comparto
con la U privada conocí los nuevos parámetros y todos sus planteamientos
implícitos de ahora; comprendí que Colciencias pretendía amarrarnos más a
través del aval institucional. Chantajeando así a las Instituciones con lo de
la acreditación y demás, nos iban a "obligar" más fácil a someternos
a estas mediciones, las cuales, está amañadas a criterios cientificistas,
económicos y editoriales.
En efecto; según su nombre, la convocatoria
es “para el Reconocimiento y Medición de Grupos de Investigación, Desarrollo
Tecnológico o de Innovación y para el Reconocimiento de Investigadores”; pero,
como lo manifestamos en otro momento, en ese nombre largo y rimbombante la
categoría reconocimiento está sometida a la categoría medición
a la luz de unos criterios de exclusión, que es, al fin y al cabo, a donde
conduce toda estratificación y clasificación. De este modo, reconocimiento no se dice en el sentido
de apoyo al ejercicio de la investigación expresado en políticas concretas de
estímulos a investigadores, a su ejercicio, a las posibilidades de financiación
y publicación en general, sino a un régimen de control y discriminación basado
en la configuración de un sistema de estratificación de lo que puede ser reconocido
o ignorado a partir de categorías y clasificaciones que propician un trato
diferencial negativo sobre investigadores y grupos en los ámbitos académicos y
culturales.
El fundamento y el efecto de esto
es, evidentemente, expresión de las lógicas del capitalismo contemporáneo: el
trato diferencial y, por supuesto, la competencia entre nosotros mismos por
pujar en alguna que otra convocatoria que tiene unos raquíticos recursos para apoyo
a proyectos de investigación que responden a lo que quiere Colciencias y el sector empresarial y no a lo
que quieren los investigadores y las comunidades, todo ello con pésimas consecuencias para tradiciones y
saberes diversos.
Pero ahí es donde veo el punto de
fuga posible: del hecho de que Colciencias reconozca y clasifique a los grupos
que tienen aval institucional no se deduce que los términos de referencia
exijan que las instituciones avalen sólo a los grupos que se sometan a Colciencias
o sólo en función de Colciencias. Esto quiere decir que las instituciones
pueden tomar una postura independiente de darles apoyo y aval
institucional a los grupos, inclusive a
aquellos que decidan no someterse a Colciencias.
Por eso, el quid del asunto está
tanto en los grupos, como en el apoyo que podamos tener de las instituciones universitarias;
porque en últimas, el poder está en nosotros; si una cantidad considerable de investigadores,
grupos e instituciones asumieran una postura de apoyar y avalar a sus grupos
sin la presión de la medición, no sólo pasaríamos por alto el chantaje cultural
de Colciencias, sino que los obligaríamos a replantear los criterios de
medición y aún más, los obligaría a repensar las políticas científicas de apoyo
a la investigación que se basan en principios neoliberales de licitación para
limitarse a apoyar proyectos por convocatorias puntuales y desde intereses
preestablecidos que buscan lo que en otros escenarios he oído denominar
"rentabilidad científica".
Sé que universidades como la UPN
tienen muchas desventajas por el hecho de que los recursos para la
investigación son prácticamente puro milagro en relación a otros centros de
investigación. Por eso sólo una postura unida y concertada de investigadores,
grupos e instituciones de negación activa frente a Colciencias (negarse a
participar, pero activos en la medida de seguir procesos de investigación),
ayudaría a que el Estado mismo se viera obligado a replantear su política
científica.
La gran pregunta es: ¿tenemos ese
apoyo institucional (no sólo de la UPN sino de la Universidad colombiana) para
que no sólo nuestro grupo sino una sustancial mayoría, nos neguemos activamente
a Colciencias y con ello presionemos para que se replantee la política
científica? ¿Estamos unidos suficientemente los investigadores no sólo de
nuestro grupo sino de otros grupos, para sentar esa posición negativa y activa?
Quizás en eso debamos trabajar más de ahora en adelante también: en
configurar fuerzas alternativas con otros investigadores que compartamos este
parecer (y que sin duda somos muchos) y que propugnemos por redes e
investigaciones independientes (si es que esto es posible).
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